Con Antiphaser, el compositor ha ideado una obra de clara arquitectura que sostiene la totalidad del peso orquestal y, al mismo tiempo, suscribe la complejidad de soliloquios en su interior. Dichos soliloquios (tímbricos, rítmicos, armónicos, melódicos, seccionales, dimensionales...) y su leit motif dan por resultado una especie de gran rascacielos sonoro que apunta siempre hacia el cielo, como si el intento fuera emitir sonidos de luz deseando atravesar la atmósfera de la Tierra para lograr tocar la Luna; tal vez lo haga...